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¿Vale la pena volver a la oficina?

Por Pablo Corso. ¿Vale la pena volver a la oficina? El 70% de los trabajadores de todo el mundo ya volvieron a sus puestos físicos pre-pandemia, al menos una vez a la semana. Pero algo no está funcionando. Al menos no para todos, al menos no como antes. No sólo se trata de los viajes extra; lo que cambió es la percepción integral sobre el espacio común. Como la fuerza subyacente de un presente incierto, tenemos más problemas para concentrarnos que antes de 2020, mayores niveles de stress y un ideal de satisfacción laboral en caída libre.

Esas son algunas de las conclusiones de la periodista Rani Molla en un artículo de la revista Vox que da cuenta de la lógica random que viene guiando el mandato de “volver porque había que volver”. Una lógica que ignora tanto los esfuerzos que buena parte de las empresas hicieron para adaptarse al nuevo escenario como la mejora en la productividad de los empleados durante dos años de home office. Enfocado en los trabajadores del conocimiento, el texto describe un escenario familiar a lo largo y ancho del planeta: oficinas semidesiertas, amenities en decadencia, menos compañer@s para interactuar y menos sentido en la experiencia física. Todo se refleja en otra estadística desconcertante: según la Oficina de Estadísticas Laborales estadounidense, las tasas de vacantes y de renuncias están cerca de alcanzar récords históricos.

El asunto tiene un nombre acorde. The great resignation (“La gran renuncia”) fue la salida masiva de miles de personas de sus puestos de trabajo en Estados Unidos, impulsadas por el aislamiento obligado, que también representó una oportunidad dorada para reflexionar sobre qué querían para sus carreras, sus vidas y el híbrido en que se habían convertido. Este año hubo repercusiones en Argentina, donde consultoras como Adecco empezaron a describir un panorama de “candidatos cada vez más exigentes y empleadores cada vez más consternados por cómo dar respuesta a los requerimientos de los postulantes”.

Hibridez y sentimientos

Incluso en los esquemas híbridos, muchos no terminan de entender para qué sirve ahora la oficina, insiste Vox. “Si voy hasta allá y ninguno de los que están son parte de mi equipo, lo único que gano es un viaje”, se queja Mathew, que trabaja en una empresa de pagos de Nueva Jersey. “En vez de estar sentado en el escritorio de casa, estoy sentado en un escritorio de Roseland”, una distancia equivalente a la que hay entre Luján y el Obelisco. Algunos empleadores especifican qué días deberían ir los empleados; otros lo dejan en sus manos. Pero al final de cuentas, los que realmente necesitan comunicarse entre sí terminan haciéndolo… por videollamada.

Todo esto sin considerar a los empleos de carácter más individual, donde la interacción con otras personas está lejos de ser imprescindible, y a los que conllevan una dinámica más flexible, con llamadas durante todo el día y momentos de inactividad en el medio. “Lo que vuelve todo más frustrante es que mi esposa me envía una foto de ella y mi hijo de 10 meses yendo a pasear”, explica un empleado del gigante financiero Wells Fargo en Iowa. “Si tuviera un recreo en casa, podría ir a caminar con ellos”. La pregunta se vuelve existencial: ¿Para qué estoy acá?

Las respuestas están atomizadas. Para los empleadores, se trata de la necesidad de volver a ocupar edificios cada vez más desvalorizados o simplemente de satisfacer su compulsión por el control. También argumentan que el regreso es bueno para la creatividad, la innovación y la construcción de una cultura común. Aunque suena bien, una encuesta del Future Forum de la herramienta de comunicación Slack mostró resultados lapidarios: mientras los ejecutivos son los más propensos a decir que la gente debería volver full time, también son los menos dispuestos a hacerlo.

Una industria inquieta

La nueva escena laboral supone un desafío mayor para la industria publicitaria, caracterizada por la combinación de jornadas laborales extensas con la exigencia de creatividad permanente, como recuerda el Lions State of Creativity. Más de la mitad de las agencias consultadas para el estudio reconocieron dificultades para atraer, motivar y retener talento. El 79% “están buscando entender cómo deberían ser los nuevos espacios post pandemia y cómo lograr que la flexibilidad funcione mirando cómo se aplica en otros lados”, advierte un informe del nuevo número de Reporte Publicidad.

Más allá de los cambios en los espacios físicos y en las rutinas cotidianas, hay que repensar el liderazgo y la capacitación con vistas a mejorar el pensamiento y la confianza creativos. Para Natasha Chetiyawardana, fundadora de la consultora Bow & Arrow (parte de Accenture Song), ya es tiempo de dejar de tomar a las personas como un mero recurso. Si se quiere retener a creativos cada vez más exigentes, es imprescindible fomentar su espíritu entrepreneur. Las ideas deben aplicarse a factores tan cruciales como crecimiento, relevancia y nuevos valores.

Un mundo feliz

Aunque será imposible alcanzar una solución que satisfaga a todas las partes -dentro y fuera del mundo publicitario, sean o no dueñas de los medios de producción- “es importante recordar que ir a la oficina nunca le funcionó a todo el mundo; simplemente era lo que todo el mundo hacía”, recuerda Molla. El trayecto recorrido debería dejar al menos una enseñanza: esta vez las empresas sí pueden hacer algo para que sus trabajadores sean un poco más felices de lo que eran antes del crack sanitario, laboral y emocional.

Los empleadores tendrán que empezar a responder las preguntas pendientes. ¿Por qué quieren a la gente en las oficinas? ¿Sirve para alcanzar sus metas? ¿Se está haciendo bajo los esquemas adecuados? ¿No habría que repensar las condiciones de las interacciones cara a cara? “Aunque sean divertidos, la comida gratis y el merchandising promocional no son realmente buenas razones para ir a la oficina”, ironiza la periodista. Los espacios de coworking, tan lejos de las distracciones y obligaciones hogareñas como del tedio de los boxes compartimentados, asoman como una alternativa posible. Después de todo, los trabajadores del mundo “no necesariamente odian la oficina; odian no tener una buena razón para estar ahí”.

 PH Annie Spratt / Unsplash