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Cuando el remedio puede ser peor que la enfermedad.

Por Carlos Acosta. El domingo viviremos un día histórico. No será el primero y tampoco el último sobre todo para quienes la política toma un significado especial.  Probablemente será el primer paso para elegir a un presidente entre tres posibilidades que lejos están de ser las mejores. Ni siquiera aceptables me atrevo a decir. Lo afirmo desde la independencia partidaria. 

Fui testigo de la historia en muchas oportunidades, a veces directo y otras indirecto. La política nunca me fue indiferente. Los años vividos te dan la posibilidad de construir líneas de tiempo más reales, miradas más amplias, por decirlo de alguna manera, que se vuelven verdades históricas. 

Primero, siendo muy joven, con Perón en el exilio, recuerdo que los militares desalojaron a Frondizi de la Casa Rosada-entre otras cosas por haberse reunido con el Che Guevara en Punta del Este – Luego, el bombardeo de azules a colorados durante la interna militar en los 70, la ingenuidad de Illia, la llegada de Onganía (algunos auguraban un De Gaulle y terminó siendo un Franco). Más tarde, el crecimiento de la guerrilla alentada por Perón desde Puerta de Hierro, su regreso y el abrazo con Balbín. La expulsión de los Montoneros de la Plaza de Mayo, la Triple A de López Rega y los Falcon verdes; la impericia y luego impotencia de la política para impedir otro golpe. La dictadura de Videla y Massera. Los atentados y los desaparecidos. La absurda Guerra de Malvinas. La esperanza en el retorno de la democracia, Alfonsín, el histórico juicio a la Junta. Más tarde el Plan Austral y el Primavera. La llegada de Menem, la fantasía del primer mundo, la convertibilidad, la corrupción. De la Rúa, la renuncia del Chacho Álvarez. El corralito y la crisis del 2001. Los cinco presidentes en 11 días, Duhalde, Néstor, Cristina y el Kirchnerismo. Macri, y la revolución de la alegría. Su fracaso y la vuelta de Cristina, esta vez con Alberto. Luego, la pandemia. ¿Mucho, no? 

La psicología familiar dice que cuando uno de sus integrantes está enfermo toda la familia está enferma. Con la situación que venimos padeciendo desde hace décadas ¿alguien puede pensar que los argentinos gozamos de buena salud? 
Luego de unas PASO sorpresivas, la oferta electoral está lejos de ser atractiva. Pensar que la responsabilidad es sólo de la clase política es de un reduccionismo inaceptable. En algún momento debemos hacernos cargo de lo que somos y empezar a construir desde allí. Quizás sea éste el momento. 

Está claro que en una sociedad tan castigada, las responsabilidades no son iguales para todos. Debemos empujar un cambio con sentido común más cercano a un quirófano que a una carnicería. Este domingo creo que tenemos solo dos opciones. Massa o Bullrich. Probablemente no nos sintamos representados por ninguna de las dos. Duras, realistas, mediocres, con diferencias. Podemos discutir horas sobre cuál es la menos peor. Representan dos partidos con historia en una democracia imperfecta. La otra opción es autocracia y locura.

Ninguno puede prometer la resolución de conflictos, si no es a través de las crisis saliendo hacia arriba. Y no solo. ¿Qué se hace? ¿Buscamos un mesías que venga a salvarnos de afuera? No. El Mesías es uno solo que nos salvó a todos. Los demás son todos payasos de mesianismo. Busquemos dónde está el conflicto, agarrémoslo y resolvámoslo” afirmó el Papa Francisco en un reportaje estos días.
No estamos en un callejón sin salida. No eludamos la responsabilidad de elegir. Estamos frente a una elección clave y debemos tener muy en cuenta que lo que se presenta como remedio puede ser peor que la enfermedad.